El autor de ‘Presume de entender (a fondo) las facturas de la luz y del gas’ explica qué hay detrás del precio de cada kilovatio
José Luis Sancha usa dedos y cebollas para explicar a qué sirven kilovatios y metros cúbicos. Hace años, este doctor en ingeniería industrial y profesor en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería (ICAI) de la Universidad Comillas participó en una jornada organizada por asociaciones de consumidores para explicar cómo funciona el recibo de la luz. “Fue un fracaso total, era como si hablase islandés”, confiesa el docente. “Me di cuenta de que existe un muro tremendo entre los consumidores y sus facturas de luz y gas, y pensé que tenía que hacer algo”. Durante cinco años se dedicó a escribir artículos y dar charlas. Este año ha publicado Presume de entender (a fondo) las facturas de la luz y del gas (Universidad Pontificia Comillas), un libro que tiene el objetivo de “tirar, poco a poco, el muro abajo”.
La idea es proporcionar información sencilla y de forma gradual, desde los fundamentos del recibo hasta los grandes problemas energéticos de España. “He elegido un método que llamo de las capas de la cebolla: empezando por lo más sencillo […] voy ampliando información”, dice Sancha. El libro arranca con una exhaustiva explicación sobre cómo leer una factura de la luz y del gas —para luego entrar más en el detalle en función de que el consumidor esté acogido al mercado libre o regulado—, y prosigue hasta tocar los temas de los costes e ingresos regulados en los sistemas eléctrico y gasista, unas reflexiones sobre el consumo responsable o un útil anexo de acrónimos. El todo acompañado por ejemplos, imágenes explicativas y resúmenes de conceptos clave. “Algún capítulo se puede saltar si no hay interés; el objetivo es que sea útil”, añade.
Para el gas la situación es algo mejor: aunque las principales quejas igualmente se refieran al coste del suministro y a la falta de claridad en las facturas, el porcentaje de usuarios insatisfechos con el servicio es inferior al registrado con la electricidad. “Los consumidores cogen la factura y se les cae de las manos: no la entienden y es comprensible, porque es muy complicada”, reitera Sancha.
¿Qué hay que mirar en la factura? La regla de la mano izquierda
Lo primero que hay que mirar en cada factura son los cinco términos que la conforman y cuya suma da el precio final. Por eso, Sancha habla en su libro de la regla de la mano izquierda: cada dedo es un concepto a tener en cuenta. En la electricidad el primer dedo es la parte fija [potencia contratada], el segundo es la variable [energía consumida], el tercero es el alquiler del contador, el cuarto el impuesto eléctrico y el quinto es el IVA. “En el gas es prácticamente lo mismo: una parte fija, una variable, el contador, el impuesto del gas y el IVA”, explica Sancha. “Con eso creo que la gente ya puede empezar a coger confianza”.
Pero no hay que quedarse en los dedos. Hay que ver quien emite la factura: si es un comercializador de referencia, el único capacitado para ofrecer una tarifa regulada —la antigua TUR, ahora PVPC—, o del mercado libre. “Esto es muy importante, porque si es un comercializador de referencia significa que todos los términos de la factura están regulados […]; lo que aconsejo tanto en electricidad como en gas”, recomienda Sancha. “Puede tener ventajas tener un contrato con un comercializador libre tanto en gas como en electricidad, sin duda, pero eso exige un consumidor un poco más informado […], que sea capaz de contratar realmente lo que quiere con un comercializador libre”, añade el autor.
Otra cosa importante es el peaje de acceso: la tarifa 2.0A indica que el precio de la energía que paga el consumidor es constante a lo largo del día, mientras la 2.0DHA, de discriminación horaria, implica precios más altos de día y más baratos de noche. “Si traslado el consumo y me paso a la tarifa de acceso DHA puedo tener importantes reducciones, a lo mejor del 20%”, asegura Sancha. En el gas, la tarifa más común es la 3.1; la 3.2 para usuarios con grandes consumos.
El primer método para obtener ahorros significativos en luz es, sin embargo, bajar la potencia contratada. La referencia son 4kW, la potencia contratada por el consumidor medio. Sancha suele aconsejar que se revise el contrato si se tienen más, porque probablemente se podría bajar. “Siempre es un ahorro: si, por ejemplo, se baja de cinco a cuatro, por cada kW son unos 50 euros al año”, asegura Sancha. Otro dato interesante es un la media de consumo mensual de los usuarios españoles, que se fija en 200 kWh al mes. Si el consumo supera con con creces este nivel, mejor preguntarse por qué.
¿POR QUÉ LA ELECTRICIDAD ES TAN CARA?
“España ahora mismo está en el pelotón de cabeza en cuanto a los precios eléctricos”, lamenta Sancha. “Nos superan Irlanda, Alemania y Dinamarca”. En los primeros dos casos, porque se trata de países con una política impositiva general más fuerte que en España; en Irlanda, al ser una isla, los precios de transporte se encarecen. ¿Y en España qué pasa? “Si hay que buscar alguna explicación no está por el lado de la producción de energía eléctrica, porque los precios en España son similares a los de Europa; está por la parte de los peajes”, asegura el docente.
Todavía no existe una metodología clara sobre cómo se calculan y se asignan. “El problema identificar qué costes tenemos que asumir los consumidores eléctricos por tener un consumo y una energía de calidad, cuáles son esos consumos y, lo más importante, cómo se calculan y cómo se asignan a los consumidores, y esa metodología falta”, insiste Sancha. Ahora, es el Ministerio que saca cada año una disposición en la que anuncia las tarifas para el año siguiente. “Eso debería fundamentarse mejor y yo creo que eso confianza también a los consumidores ver que se les trata de una forma adulta”, comenta el docente: “Es un fallo que espero que el nuevo gobierno trate de solucionar”.
S.O.S. POBREZA ENERGÉTICA
El Tribunal Supremo acaba de tumbar la financiación del bono social, un descuento del 25% que se concede a los consumidores acogidos a la tarifa regulada que cumplan con ciertos requisitos. Las compañías eléctricas recurrieron este modelo alegando que no tenían por qué hacerse cargo de la rebaja en el suministro. Están ahora a la espera de que le devuelvan el importe completo más los intereses, una cantidad que podría acabar engrosando el recibo del consumidor durante años.
Esta ayuda, pensada para aliviar los consumidores vulnerables, va dirigida a hogares con todos los miembros en paro, pensionistas, familias numerosas e instalaciones inferiores a los 3kW. Resultados: familias numerosas con rentas holgadas que pagan menos en su factura de la luz y hogares de cuatro personas con un solo miembro ganando el salario mínimo y sin tener acceso al bono social.
“Hay que identificar quienes son los consumidores vulnerables según los niveles de renta”, dice Sancha. El problema, insiste, es que “en España no están formalmente definidas ni la figura del consumidor vulnerable ni la pobreza energética”, y el Bono Social permite una rebaja en el importe del recibo de determinados colectivos sin identificarlos como vulnerables. “La gente se queda fuera cuando lo necesita y al revés, y desgraciadamente hasta ha muerto una persona”, comenta el docente, en referencia a la anciana fallecida en Reus por usar unas velas en la vivienda tras que le cortaran el suministro.
“En España el tema de la pobreza se está abordando desde abajo, desde asociaciones de vecinos, ayuntamientos, Comunidades Autónomas… y el Gobierno lo que hace es echar abajo cualquier iniciativa por conflicto de competencias; eso es negativo, el gobierno tiene que hacer algo”. Según Sancha, la respuesta debe venir del Estado, que debería dar un tratamiento específico de la pobreza energética, identificar las causas y los criterios para definir al consumidor vulnerable. Y diseñar una herramienta más eficiente que el el bono social.
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